Desastre escolar



Entonces caí. Me tropecé. Iba corriendo, cansada, con la mente llena de letras, de fechas, de conceptos... me dirigía a mi casa para continuar estudiando. No sé exactamente por qué corría, tan solo sé que estaba muy agobiada y tenía que llegar a mi casa cuanto antes para estudiar el examen del día siguiente.
Una hora antes me peleaba con mis amigas, estaba de muy mal humor porque me habían tenido toda la tarde charlando sin dar palo al agua, se supone que habíamos quedado para estudiar, pero nada. Bueno, yo sí había estudiado, al menos lo había intentado, pero era imposible con ellas al lado. Hasta que me cansé, cogí mis libros y me dispuse a irme, fue entonces cuando ellas saltaron y me detuvieron, discutimos y salí de allí mucho más quemada. “¡Claro, como ellas estudian muy fácilmente! ¡Cómo a ellas no les importa la nota!” me repetía mientras corría, porque mira que corrí...
El caso es que había empezado a estudiar una semana antes, había dejado todos mis pasatiempos: mis libros, mi grupo, aquel concurso para el que quería escribir, la televisión, el ordenador, los viernes por la noche en el parque... Y la verdad es que el examen no lo llevaba del todo mal, pero yo quería un diez, necesitaba ese diez y corría...
Pero el cuerpo humano no es lo suficientemente resistente y me fallaron las piernas. No sé si fue mi cuerpo o ese destino del que habla la gente, lo importante es que me caí. Me tropecé y yo misma vi a cámara lenta mi progresivo avance hacia el suelo, sin poder hacer nada por evitarlo.
No me desmayé ni nada de eso, tan solo me tropecé.
Lo extraño es que me quedé allí. Bueno, me levanté, con la cara muy roja porque mucha gente debía de haber visto mi espectacular descuido y me senté en un banco mirando el lugar protagonista, pero como si nada, todos caminaban apresurados, como yo hacía solo unos instantes. Con sus carpetas, con sus hijos de la mano, con bolsas de la compra con los cascos incrustados en las orejas... todos seguían sus caminos, como si ya estuviesen trazados y no pudiesen ni girar la cabeza para perder un mísero segundo.
Me sentí tan identificada con esa gente que me di asco a mi misma. Es penoso estar atado a la rutina de esa manera, cuando lo más bonito de cada día reside en las pequeñas cosas que surgen espontáneamente, en las cosas que suceden por equivocación o -como a mí me gusta llamarlo- por casualidad. Como un pelo en una sopa, unas chanclas con calcetines, una anchoa coronando un bizcocho de naranja... esas cosas que dañan la vista pero al fin y al cabo se ven, desencajando de ese puzzle tan bien encajado como es el de la ciudad.
Fue allí, desde ese lugar cuando hice uno de esos propósitos de año nuevo, sin estar en año nuevo (claro está), de cambio. Desde ese día sería un poquito más como yo y un poquito menos como los demás, al menos miraría hacia delante mientras caminara. Pues si seguía así, los estudios iban a destrozar mi ya destartalada mente.
Me levanté del banco y me fui a mi casa-eso sí- andando.

1 comentario:

Cordoba dijo...

¿Toda Murcia tenemos ese modelo de mp3?XDD

Más y más tururúS