A Barcelona

Era la noche del 23 de diciembre,no quedaba nadie en la casa, tan sólo mis abuelos dormían en la habitación del fondo del pasillo a la derecha, por lo que había mucho silencio.
Cogí el libro y lo examiné por fuera. Me sentía un poco como Bastian, de la Historia Interminable, no sabía de qué iba el libro, no había leído nada de ese autor, estaba sola y acurrucada...
Me resistía a empezarlo, Sara V. me había dicho que a ella le dio miedo cuando lo leyó, claro que eso fue a los 13 o 14 años, yo ya tenía 18. Y claro, nunca he sido una chica con demasiada iniciativa (así me va).
Repasé las cubiertas con la mano, como quitándoles el polvo (que no tenían), pues me gustaba su tacto y sin poder esperar más comencé por la primera línea, la primera palabra. Había algo extraño en aquella habitación, en aquel libro, en mí... demasiada magia sin haber empezado siquiera, demasiado cariño...
La primera palabra no me decía nada nuevo:

Marina...

Continué:

Marina me dijo una vez que sólo recordamos lo que nunca sucedió. Pasaría una eternidad antes de que comprendiese aquellas palabras. Pero más vale que empiece por el principio, que en este caso es el final.

El miedo apareció desde el primer capítulo y fue aumentando, sí, con 18 años.
La ambientación, conociendo más o menos la ciudad, era tenebrosa y siempre con un aire gris, como a punto de llover (al menos yo me lo imaginaba así). Sí, era como estar allí.

A finales de la década de los setenta, Barcelona era un espejismo de avenidas y callejones donde uno podía viajar treinta o cuarenta años hacia el pasado con sólo cruzar el umbral de una portería o un café. El tiempo y la memoria, historia y ficción, se fundían en aquella ciudad hechicera como acuarelas en la lluvia. Fue allí, al eco de calles que ya no existen, donde catedrales y edificios fugados tramaron el decorado de esta historia.

Aparté la vista de las páginas y miré a la habitación. Ya no estaba en Barcelona, no en las calles húmedas, no entre caserones antiguos, no en un internado. Volver allí era tan fácil como bajar la mirada de nuevo al libro, como Bastian, lo que yo te diga.

Sí, iba a quedar sumergida en ese libro, pero aún no lo sabía, aún era demasiado pronto, pese a que ya se olía la magia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Verdad que ha sido genial?

Sigue conociendo a este autor, tiene cosas sorprendentes ;)

Txé dijo...

Ains que ayer no te pude firmar...
Pos si chica si,es lo que tienen los libros,que teletransportan a otro lugar,a mi me sacan más los sentimientos incluso que las peliculas,que sensiblona soy,si es que por algo estamos estudiando lo que estamos estudiando xDDD en fin que me rayo!!!

Un saludiko!!!!!

Más y más tururúS